Están cordialmente invitados a mi exposición individual "La Presencia del Tiempo" el evento se llevará acabo este martes 13 de noviembre 19:30hrs. En las instalaciones del Instituto de México en España, de la Embajada de México en Madrid.
EL VIAJE QUEDA IMPRESO
EN LA MEMORIA.
POR AVELINA LÉSPER.
La
línea del grabado, el surco que marca en la placa para imprimirse, como un
recuerdo imborrable en el papel, hace de esta técnica un trabajo intimo, en el
que el dibujo se inserta en el papel, se mete en su textura, lo penetra. El
trabajo en la placa nunca es la versión final, el artista trabaja con
intuiciones y con paciencia, porque el resultado final, la impresión, se
manifiesta con su propio desarrollo, es un acontecimiento entre la sorpresa y
la certeza. La obra gráfica de Román Eguía, sus grabados en agua fuerte, es estudiada
y detallada hasta al obsesión. Se detiene en los aspectos mínimos de cada
objeto, de cada animal, retoma la intricada e inexacta naturaleza y la plasma
con una veracidad casi científica. Esto no es testimonial, ni mucho menos, su búsqueda
está en la capacidad del arte de crear su propia realidad, haciendo del entorno
un tema susceptible de ser reinventado. Esto nos deja, como espectadores,
sumergirnos en su obra, mirarla con placer, con curiosidad, dejarnos llevar por
su línea, su conocimiento para crear belleza.
La observación que hace Román Eguía de la naturaleza va más lejos que la
naturaleza misma. La fragilidad de una rama, un conjunto de hojas secas, las
raíces con sus formas irregulares e impredecibles, prestan sus formas para que
Eguía investigue en la recreación de algo que no tiene lógica, que se
desarrolla con la voluntad de ser siempre impreciso. Estas estampas
naturalistas son evocadoras, en su aislamiento en el infinito del papel blanco,
en ese abismo sin referencias. Las formas que recrea Eguía cobran una autonomía
poética, hablan de su presencia, de su estar en el mundo como algo
indispensable en su sencillez. Que el artista las vea, las rescate de entre los
millones de cosas que nos rodean, las aísle para dejarnos apreciarlas en toda
su dimensión, les da un valor único, casi épico. La perfección de su técnica es
un puente para que nos podamos ensimismar en su trabajo, llenarnos de sus
pequeños objetos. El dominio que tiene del grabado fascina y permite que nos
involucremos con la obra, apreciemos su elegancia, la selección de presencias.
Estudiamos cómo está realizada, cómo dedicó tanto tiempo, cómo entregó en el
trabajo de esa placa horas, concentrado en lograr que esa composición de
cuernos, ramas secas, piedras antiquísimas, fósiles adquiriera una atmósfera de
naturalista decimonónico. Los animales, con este tratamiento estético, pensado
en las estampas que alimentaban la imaginación de otros mundos, son fantásticos,
son irreales y son verosímiles por al exactitud del trabajo de Eguía, por su
resolución de hacer de su obra una prolongación más exquisita que la realidad.
Su obra es capaz de transportarnos a lugares lejanos, a ambientes mágicos, crea
códices de información secreta y milenaria. La descripción que hace de un mundo
que podría existir con su flora, sus animales, moluscos, cráneos y sellos, con
inscripciones en tipografías y caligrafías ya perdidas, nos da una obra
intemporal, un libro de un mundo que está perdido y que recupera con su
grabado. Es una nueva memoria, por eso es significativo que utilice una técnica
que es en sí misma un juego de incrustación permanente, la placa no se borra,
la placa es eterna.
LA TÉCNICA COMO PUERTA A
LA LIBERTAD.
Las
colecciones de estampas naturalistas, la fauna y flora desértica y mística, que
ordena y recrea es una consecuencia de la disciplina de Eguía, y es justamente
ese rigor el que le abre la puerta a la libertad creativa. Eguía puede hacer,
inventar y seducir son sus grabados porque se concentra y medita en el medio,
en el trabajo limpio y sistemático. Pareciera algo contradictorio, pero no es
así, su técnica es la que le permite jugar y crear lo que desea o imagina. En
cada obra, en cada grabado va parte de la esencia del artista, de sus dudas, de
sus certezas, el trabajo artístico es acético, es una inmersión en el propio
ser para provocar la emancipación de la obra. Que Eguía haya decidido ser un
artista que hace su obra, con dedicación y serenidad, con entrega al medio, convirtiendo
a cada dificultad en una puerta a la experimentación, es una decisión
existencial es el paso definitivo que ha marcado a su obra. Es evidente que el
arte tiene hoy muchos caminos, está el de la facilidad cínica que toma cualquier
objeto y lo designa como arte, sin creación, sin ideas, sin aportación, y está
el difícil, el del paciente y silencioso artista que se concentra en su obra,
en el trabajo, en los resultados de profundizar en la técnica y en sus
imágenes. Eguía ha decidido el camino difícil, es largo, pero su obra irá más
allá de las modas y permanecerá imperturbable, como las raíces que dibuja, como
las piedras milenarias que graba en la placa.
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